IV Domingo de Pascua

EN aquel tiempo, dijo Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».

La Iglesia celebra este cuarto domingo de Pascua, el día del Buen Pastor, tradicionalmente llamamos pastores a la jerarquía, sin darnos cuenta, que el trabajo pastoral de la Iglesia, corresponde a todos los bautizados. Y lo que es más importante, el único pastor y Señor de la comunidad cristiana, es Jesucristo. Por eso, la única manera de ejercer la pastoral, es haciéndolo como él la ejerció: como un servicio a la comunidad, ésto queda resaltado en el Evangelio, la lectura de los Hechos y la primera Carta de San Pedro, que proclamamos en este día.
 
Está claro, que la Iglesia necesita como cualquier organización o grupo humano, un mínimo de organización. Pero en ella, no es la comunidad la que debe estar al servicio de la organización, ni al servicio de la autoridad. Es la autoridad, la que está al servicio de la comunidad, son numerosas las ocasiones, en las que Jesús indica cómo debe ejercerse la autoridad entre nosotros y quizás la más importante, la escuchamos y visualizamos el día de Jueves Santo. No se dan argumentos, sino ejemplo (lavar los pies), nos lo dice muy bien hoy la segunda lectura: “Dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas”.