Con el corazón en el domingo

En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús diciendo:
«A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido».
Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:
«Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».
Había también por encima de él un letrero:
«Este es el rey de los judíos».
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».
Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía:
«¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha hecho nada malo».
Y decía:
«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».
Jesús le dijo: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».

Con este domingo termina el Año de la Misericordia proclamado por el Papa Francisco, sin duda un tiempo que nos ha recordado muchas cosas, sin ir más lejos, cuales son las Obras de Misericordia corporales y espirituales. En estos meses hemos podido decir: dichosos los que se saben pecadores perdonados. Como dice la oración preparada para la ocasión: “Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero; a la adúltera y a la Magdalena del buscar la felicidad solamente en una creatura; hizo llorar a Pedro luego de la traición, y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido”.

El Evangelio de este domingo nos recuerda como Jesús es Rey: “Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo: Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Había también por encima de él un letrero: Este es el rey de los judíos”. Es un rey del que se burlan todos los que están alrededor de la cruz, una cruz que era el castigo, que los romanos reservaban para los rebeldes contra el poder establecido.

Pero Jesús, no había hablado contra la ocupación romana, promovía la paz, no era zelota, ni creó un movimiento revolucionario, ¿porqué no matarlo apedreado como hacían los judíos y no en una cruz reservada para los delitos políticos?. Quizás porque había proclamado un Reino y de éste sí que era rey, que no estaba cimentado sobre el poder y el dinero, sino sobre la honestidad, la igualdad de todas las personas, la bondad y la ayuda a todos los que sufren. Es un Reino, que aún choca hoy, con todos los que quieren basar el poder, en la seguridad, el orden, la economía  y el mercado.

Incluso “uno de los malhechores crucificados lo insultaba”. “El otro, increpándolo le decía (…)” y termina pidiendo: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino. En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso”. La misericordia se muestra en todo momento y con todos, este es el reinado, su forma de reinar, ya había dicho en otra ocasión a los discípulos: “Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos” (Mc 10, 42-44). Su reino es el servicio, su corona de espinas, su trono la cruz, su legado el perdón, incluso a los enemigos y a los que le están matando. Difícil seguirlo, hay que tomar su cruz.