Palabras que riman. Realidades que difieren. Símbolos que se
contraponen. Al caracol se mueve despacio sobre sí mismo y con la casa a
cuestas; el girasol se mueve siguiendo la luz y del calor; se activa
por la mañana al aparecer el sol en el horizonte. El sol es su centro y
su ritmo y su perspectiva. El caracol se encierra y guarda la propia
intimidad; se protege tras la fortaleza de la casa. Se expone con la
lluvia y la humedad.
La experiencia del amor puede ser vivida desde la óptica del girasol o
desde la perspectiva del caracol. La relación de amor, cualquiera que
sea, constituye una pugna constante entre el miedo y la confianza. Como
el caracol el amor no quiere dejar ver su debilidad. Los miedos al
dolor, a las heridas y decepciones constituyen una gran barrera. Y en
una relación suscitan suspicacia, rechazo y, a la larga, vidas
paralelas.
La imagen del girasol representa el amor que se descentra de sí mismo,
que se abre y se deja influir por la luz del sol. Además, es receptivo a
la influencia vitalizadora del sol. Se mueve al ritmo de otro. La
energía del sol le da vida y color; gracias a esa apertura produce
frutos. E irradia belleza tiñendo de amarillo las llanuras.
El girasol es parábola de la vida buena: abrir los ojos para recibir la
luz y contemplar la maravilla de la vida y del calor. No está hecho el
ser humano para la protección; estamos diseñados para la exposición. No
nos realizamos si no hay un sol en nuestra vida.