En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los
saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le
preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento
principal de la Ley?»
Él le dijo: «"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»
Él le dijo: «"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»
El Evangelio de hoy complementa el del domingo pasado. Amar a Dios y
al prójimo: “estos dos mandamientos sostienen la ley entera y los
profetas”. Lo esencial como diría el evangelista San Juan es el amor:
“Dios es amor”. Amar no es solo la ley del Reino, es la necesidad de
todo hombre. ¿Pero qué es amar a Dios: hacer actos de culto, oraciones,
construir templos, cumplir sus mandamientos y los de la Iglesia…? Parece
que ese amor va más allá.
Es verdad que hay muchos cristianos que creen que el amor a Dios es más
importante que el amor al prójimo y hacen de ese amor una cosa abstracta
que no sirve para nada. Otros osados discuten si el amor al marido o la
mujer está por debajo del amor a Dios, como si el amor no se concretará
en las personas y el amor de pareja no nos hablara del amor de Dios,
(por cierto que es un sacramento). Incluso en épocas pasadas por amor a
Dios se ha eliminado al que se consideraba enemigo, (como ahora en
algunos países se elimina al cristiano). Todo ello no deja de ser una
manera tonta de complicarse la vida.
Parece que el mismo Jesús quisiera que no nos subamos mucho a las nubes
en esto del amor, cuando nos dice hoy: “Amarás a tu prójimo como a ti
mismo”. Dicen los psicólogos que amarse a sí mismo es la tendencia más
fuerte del hombre y el instinto de conservación es lo que le permite
vivir, no digamos nada de todos los libros de auto-ayuda para amarse más
a sí mismo y otras lindezas estéticas y corporales. Jesús parece
recordarnos que cuando decimos que amamos al prójimo en realidad estamos
mintiendo un poco, porque amarle es hacerle parte esencial de nuestro
yo. Por cierto, hay prójimos tan poco estéticos que huelen mal, están
deformados y tienen callos en sus manos, o son de alguna etnia poco
recomendable, a los que parece difícil hacerles otro yo.